La entidad funciona en un edificio del Parque desde que fue creada, hace 41 años, y cuenta con tres aparatos que no son digitales. Al estar el INPRES, el Gobierno local no ha apostado a la actualización.
Por Fabián Sevilla
fsevilla@diariouno.net.ar
Tres sismógrafos, de los cuales uno data de 1942 y el más moderno tiene casi 19 años, son las herramientas con las que cuenta la Provincia para medir los sismos registrados en la región. Se ubican en la Estación Sismológica Mendoza y pese a la carencia de tecnología, sus dos únicos técnicos se encargan de recabar los datos para informar a los medios de comunicación luego de cada temblor así como a centros ubicados en el país y el resto del mundo.
La Estación Sismológica Mendoza ocupa la planta baja y el sótano de un edificio que se emplaza en la esquina de avenidas Thays y Leal, en el parque General San Martín. Depende del Ministerio de Infraestructura y Vivienda de la provincia, que paga los sueldos de los técnicos; del Servicio Meteorológico Nacional, que les brinda el espacio, y de la Universidad Tecnológica Nacional (UTN), que asesora y paga algunos insumos, como el papel de los sismógrafos.
Su misión es proveer datos en primer lugar a los medios de difusión locales “para que la comunidad sepa qué y cómo pasó”, explicó Víctor Luraghi, jefe de la dependencia. También esa información se remite a centros nacionales e internacionales de sismología, que así reciben la hora en que se registró un movimiento sísmico en la zona, la ubicación (epicentro), profundidad, magnitud y energía liberada.
“Esto para que se lo sumen a los registros internacionales de modo que se pueda conformar y tener un mapa sísmico del planeta lo más actualizado posible –detalló Luraghi–. En lo regional, con esa información se puede determinar la relación entre los epicentros y las fallas geológicas, con lo cual se llega a hacer un seguimiento de la actividad sísmica actual”.
Si bien la estación ocupa un edificio inaugurado como observatorio meteorológico en 1945, la estación comenzó a operar ahí en 1968. Fue luego del gran sismo registrado el 25 de abril de 1967, que se produjo a las 6.30 y tiró el techo de un colegio, pero debido a la hora no hubo víctimas. Entonces se consideró que la provincia debía tener su propia dependencia para seguir estos fenómenos.
Hasta esa fecha todos los registros sísmicos de la región eran tarea del CONCAR, que en 1972 pasó a ser Instituto Nacional de Prevención Sísmica, con base en San Juan y que depende del actual Ministerio de Planificación Federal de la Nación. Precisamente al ser ese el ente que se encarga del tema, cuenta con amplio presupuesto, lo que le permite tener bases en todo el país.
En cambio, Mendoza sólo posee esta estación, con sus tres sismógrafos que ya han sido largamente superados por el instrumental que requiere la medición de este tipo de fenómenos. En el sótano hay tres sismógrafos: uno está formado por tres registradores Spegmetter y sus sensores, que comenzaron a funcionar en 1990. Sirven para registrar sismos sucedidos hasta a 1.000 km desde ese punto y graban la información sobre papel ahumado.
Por su parte, un Teledyne, que se compró usado a Córdoba y data de 1965, imprime en papel termosensible los sismos producidos en cualquier parte del mundo.
Finalmente, un Vigger mecánico, que también usa papel ahumado, es de 1942 y se usa para registrar los movimientos cercanos, de hasta unos 500 kilómetros desde la estación. “Si bien funciona muy bien, sólo sirve para detectar e identificar las principales ondas pero sin dar precisión horaria”, señaló Luraghi.
http://www.diariouno.com.ar/
Por Fabián Sevilla
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Tres sismógrafos, de los cuales uno data de 1942 y el más moderno tiene casi 19 años, son las herramientas con las que cuenta la Provincia para medir los sismos registrados en la región. Se ubican en la Estación Sismológica Mendoza y pese a la carencia de tecnología, sus dos únicos técnicos se encargan de recabar los datos para informar a los medios de comunicación luego de cada temblor así como a centros ubicados en el país y el resto del mundo.
La Estación Sismológica Mendoza ocupa la planta baja y el sótano de un edificio que se emplaza en la esquina de avenidas Thays y Leal, en el parque General San Martín. Depende del Ministerio de Infraestructura y Vivienda de la provincia, que paga los sueldos de los técnicos; del Servicio Meteorológico Nacional, que les brinda el espacio, y de la Universidad Tecnológica Nacional (UTN), que asesora y paga algunos insumos, como el papel de los sismógrafos.
Su misión es proveer datos en primer lugar a los medios de difusión locales “para que la comunidad sepa qué y cómo pasó”, explicó Víctor Luraghi, jefe de la dependencia. También esa información se remite a centros nacionales e internacionales de sismología, que así reciben la hora en que se registró un movimiento sísmico en la zona, la ubicación (epicentro), profundidad, magnitud y energía liberada.
“Esto para que se lo sumen a los registros internacionales de modo que se pueda conformar y tener un mapa sísmico del planeta lo más actualizado posible –detalló Luraghi–. En lo regional, con esa información se puede determinar la relación entre los epicentros y las fallas geológicas, con lo cual se llega a hacer un seguimiento de la actividad sísmica actual”.
Si bien la estación ocupa un edificio inaugurado como observatorio meteorológico en 1945, la estación comenzó a operar ahí en 1968. Fue luego del gran sismo registrado el 25 de abril de 1967, que se produjo a las 6.30 y tiró el techo de un colegio, pero debido a la hora no hubo víctimas. Entonces se consideró que la provincia debía tener su propia dependencia para seguir estos fenómenos.
Hasta esa fecha todos los registros sísmicos de la región eran tarea del CONCAR, que en 1972 pasó a ser Instituto Nacional de Prevención Sísmica, con base en San Juan y que depende del actual Ministerio de Planificación Federal de la Nación. Precisamente al ser ese el ente que se encarga del tema, cuenta con amplio presupuesto, lo que le permite tener bases en todo el país.
En cambio, Mendoza sólo posee esta estación, con sus tres sismógrafos que ya han sido largamente superados por el instrumental que requiere la medición de este tipo de fenómenos. En el sótano hay tres sismógrafos: uno está formado por tres registradores Spegmetter y sus sensores, que comenzaron a funcionar en 1990. Sirven para registrar sismos sucedidos hasta a 1.000 km desde ese punto y graban la información sobre papel ahumado.
Por su parte, un Teledyne, que se compró usado a Córdoba y data de 1965, imprime en papel termosensible los sismos producidos en cualquier parte del mundo.
Finalmente, un Vigger mecánico, que también usa papel ahumado, es de 1942 y se usa para registrar los movimientos cercanos, de hasta unos 500 kilómetros desde la estación. “Si bien funciona muy bien, sólo sirve para detectar e identificar las principales ondas pero sin dar precisión horaria”, señaló Luraghi.
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